Uno de los conceptos más incomprendidos en fotografía pero más sencillos de saber utilizar adecuadamente es el balance de blancos. Muchos fotógrafos, tanto amateurs como profesionales, le prestan poca atención tanto a la hora de disparar como al postprocesar la imagen. Un gran error, pues de esto dependerá en gran parte que el color de la foto sea lo más natural posible y no aparezcan extrañas dominancias.
Por eso en este artículo te lo vamos a contar todo sobre el balance de blancos, para que le prestes la especial atención que se merece y consigas sacar mejores fotografías. Aprenderás la diferencia entre colores cálidos y fríos, cuándo es importante ajustarlo en la toma y cuándo no y cómo aprovecharte de él para el beneficio de tus imágenes.
Qué es el balance de blancos
Para no aburrirte con una definición muy teórica, el balance de blancos en fotografía se refiere al ajuste correcto del color de la imagen para que no haya dominancias de ningún color.
¿Dominancias de color? ¿Qué es eso? Muy sencillo. La dominancia de color significa que la fotografía adquiera tonos cálidos (más anaranjados) o tonos fríos (más azulados) cuando no debería. Por lo que pierde naturalidad y no es tan creíble para nuestro ojo. Es decir, la veremos de forma extraña.
Por tanto, con un balance de blancos ajustado de la forma correcta, las zonas más claras de la imagen o blancas aparecerán como blancos puros y las zonas más oscuras de la imagen o negras aparecerán como negros puros. Como decíamos antes sin dominancias de otro color.
No obstante, podemos jugar con estas dominancias a nuestro favor para potenciar la calidez o la frialdad de una imagen. Al igual que en las dos fotografías anteriores, si jugamos esta carta de manera sabia, conseguiremos un efecto creíble en nuestras fotos y lograrán transmitir mucho más.
En definitiva, el balance de blancos es una ajuste que se hace en la cámara (o en procesado posterior en el ordenador si disparas en RAW, más adelante lo veremos) para que los colores de la escena que fotografíes se vean de forma natural independientemente del color de la luz.
Por qué es importante el balance de blancos
Como sabes, la base de la fotografía es la luz. La luz se compone de tres colores primarios: el rojo, el verde y el azul y de tres colores complementarios (es decir, sus opuestos): el magenta, el amarillo y el cian. Por tanto, esta luz tiene diferentes longitudes de onda o colores.
Una vez explicado este concepto básico de la luz, decir que ese efecto cromático de la luz que emite una fuente determinada, se conoce como temperatura y se mide en grados Kelvin. Con temperaturas de color bajas son más intensas las cantidades de rojo y amarillo y con temperaturas muy altas aumenta el porcentaje de radiaciones azules y púrpuras.
Temperatura de color
Así pues, encontraremos fuentes de luz con una temperatura Kelvin muy baja que nos dará colores muy cálidos, como la luz de una vela, la del sol al amanecer o atardecer o la de la luz de tungsteno, temperaturas intermedias con colores más neutros y con poca dominancia como la luz del sol de mediodía o la de un flash y temperaturas Kelvin muy altas que nos darán colores muy fríos, como la de cielos nublados o muy azules.
Vela | 1.500K |
Sol amanecer/ atardecer | 2.000k |
Bombilla normal | 2.800k |
Lámpara de tungsteno | 3.200k |
Sol mañana/ tarde | 3.500k |
Sol de mediodía | 5.500k |
Flash | 5.500k |
Cielo nublado | 6.500k |
Cielo azul | 10.000k |
Por otro lado, hay que comentar que los colores comunican sentiemientos y emociones. Así los colores cálidos con dominancias de rojo, amarillo o magenta conllevan un significado de calor, fuego, pasión, peligro o alegría y los colores fríos como el azul, el cian o el verde transmiten o dan sensación de frio, frescura, naturaleza o tranquilidad. Mientras que los colores cálidos producen una sensación de cercanía, los fríos dan una sensación de lejanía.
De esta manera, debemos aprender a interpretar el color para utilizarlo en función de lo que queramos transmitir con nuestra fotografía.
Cómo ajustar el balance de blancos en la cámara
Todas las cámaras de fotos cuentan con un ajuste de balance de blancos. Y ¿cómo lo ajustan las cámaras? Fácil. Mientras que en imágenes muy frías le añaden calidez con tonos anaranjados y a la inversa, en imágenes demasiado cálidas le añaden frío con tonos más azulados.
Esto es lo que hace básicamente el balance de blancos automático en tu cámara. Pero lo mejor será que comprendas todos los modos para poder elegir tú mismo cuanta ‘calidez’ o ‘frialdad’ le quieres otorgar a cada escena en función del color de la fuente de luz.
Al igual que el resto de los automatismos que tiene una cámara de fotos, el balance de blancos automático no es al cien por cien perfecto y puede equivocarse e interpretar mal ciertos parámetros. Normalmente y por lo general, suelen funcionar bien en este aspecto. El problema del modo automático llega cuando nos movemos en extremos. Es decir, cuando las temperaturas son muy bajas (por debajo de los 3.000k) o muy altas (por encima de los 7.000k).
Modos de balance de blancos en la cámara
Como hemos dicho anteriormente, todas las cámaras de fotos cuentan con con modos automáticos, semiautomáticos y manuales para poder ajustar el balance de blancos.
Automático: La cámara ajusta de forma automática el balance de blancos en función de la luz ambiente.
Luz del sol: para fotografiar en exteriores en un día soleado. Suele ser bastante neutro.
Sombra: Le da calidez a la imagen, algo más que el modo nublado. Pensado para disparar en la sombra o en el interior de casas.
Nublado: Al igual que el anterior, añade algo de calidez a la escena, aunque menos. Ideal para disparar los días nublados.
Incandescente: Está pensada para disparar con bombillas que den un color muy anaranjado, como las bombillas de tungsteno (las de toda la vida). Añadirá bastante tono azulado a la imágen.
Fluorescente: Pensada para disparar en interiores con tubos fluorescentes. Las típicas luces de oficina. La añadirá un tono azulado a la imagen aunque no tanto como la anterior.
Flash: Concebido para cuando usamos el flash de la cámara.
Personalizado: Este modo nos deja completamente modificar el balance de blancos en función de nuestras necesidades. Se suele utilizar con una carta de grises o con un folio en blanco. De esta manera la cámara sabrá cuál es el blanco real y hará sus ajustes en función de ésto.
Cuándo utilizar cada modo
Pese a que, como ya te hemos dicho anteriormente, en la mayoría de ocasiones puedas utilizar el modo automático, te explicamos cuando utilizar cada modo y por qué.
Modo automático
El modo automático está indicado siempre que disparemos en RAW. No nos debemos preocupar en ningún momento por el balance de blancos a la hora de tomar la foto, pues en el procesamiento posterior de la imagen podremos alterarlo a nuestro gusto sin perder absolutamente nada de calidad. Así que si disparas en formato RAW no te compliques y selecciona este modo en casi todas las ocasiones.
Este modo también está indicado si disparamos en JPG y no tenemos tonalidades muy frías o cálidas. Funciona de forma especialmente efectiva cuando los grados Kelvin están entre los 3.500 y los 6.500, aunque nos podemos fiar de él incluso entre los 3.000k y 7.000k en función de la marca.
Modos semiautomáticos
Indicado cuando disparamos en JPG (recuerda que en RAW te puedes olvidar de esto) en situaciones más comprometidas. Son modos semiautomáticos que nos lo pondrán muy facil y que aprenderemos rápidamente a utilizar, pues agregan tonos anaranjado o azulados en función del modo que elijamos.
También podemos utilizarlo para potenciar los colores, no necesariamente para corregir dominancias. Es decir, podemos ‘engañar’ a la cámara al fotografiar un atardecer y ajustar el modo ‘nublado’. De esta manera, la cámara añadirá un tono aún mas naranja y tendremos un atardecer aún más cálido. Así pues, puedes utilizar estos modos para potenciar la creatividad y modificar a tu favor las escenas. Por eso es importante aprender a manejarlos, especialmente al disparar en JPG.
Modo personalizado
Este modo es ideal (dispares en JPG o en RAW) para algunas situaciones más específicas. Por ejemplo cuando existan varias fuentes distintas de luz que emitan diferentes temperaturas de color.
Ademas, pese a que disparo casi siempre en RAW, lo suelo utilizar al hacer panorámicas y fotografías HDR o braketing. De esta forma, garantizo que la temperatura sea la misma en todas la fotografías y no tenga que editar posteriormente cada una en el ordenador antes de combinarlas.
Por último, también es necesario utilizar este modo personalizado en disciplinas de estudio. Fotografía de producto, por ejemplo, la de moda o la de gastronómica exigen exactitud. Capturar los colores fieles a la realidad es un aspecto crítico y es mejor hacerlo durante la toma de la fotografía, pues en la edición posterior difícilmente podremos recordar cuáles eran los colores exactos, a no ser que dispongamos del producto o del plato justo al lado del ordenador de trabajo.
Cómo ajustar el balance de blancos en Lightroom y Camera Raw
Si has disparado tu archivo en RAW y dejaste el modo de balance de blancos en automático no te preocupes. Lo ajustaremos con LR o Camera Raw sin ningún tipo de problema y a nuestro gusto. Si por el contrario disparamos en JPG y no nos gusta nuestro balance de blancos, hay muy poco margen de maniobra y lo más seguro es que al tratar de ajustarlo comencemos a dañar la información de los píxeles del archivo.
Al abrir LR o Camera Raw tenemos dos opciones a la hora de modificar el balance de blancos. La primera es ajustar el color directamente mediante las barras de control de temperatura y matiz. Con la temperatura le podremos dar tonos más anaranjados o azulados en función de lo que busquemos y con el matiz podremos arreglar (o potenciar) tonos púrpura o verdosos.
La otra opción es pinchar en la herramienta del cuentagotas que aparece en la herramienta de temperatura. Podrás seleccionar un gris neutro y Lightroom se encargará de ajustar el balance de blancos. Después podes ajustarlo a tu gusto con las mismas barras que comentamos anteriormente.